Ya nada más nacer los bebés perciben diferentes sensaciones que provocan en ellos muchas reacciones diferentes. Hasta que no comienzan a hablar muchas veces supone una incógnita para los padres saber qué está pasando por su cabeza, por qué se ríen sin razón aparente o porque tiran sus muñecos al suelo, constantemente.
En los primeros meses de vida, los bebés piensan de manera diferente a los adultos. Su mente no está del todo desarrollada hasta que no llegan a los 6 meses de vida: el 90 % de las conexiones neuronales tiene lugar antes de los 3 años, pero el 10 % que queda, se produce entre los 3 y los 6.
Pese a que su mente no es igual a la de los adultos, eso no significa que los bebés no piensen. Lo hacen desde que nacen. Son los protopensamientos, y están basados en las sensaciones que los bebés perciben, ya que no son capaces de procesar y concretar todas las cosas que les van sucediendo en palabras o imágenes. Aunque ellos son sensibles a lo que les rodea, no son del todo conscientes y no pueden memorizar como lo hace un adulto. Son ideas que va unidas a experiencias como el hambre, el frío, el sueño, si están cómodos o no…
Una vez cumplen los 4 meses, comienzan a hacer movimientos voluntarios y gracias a que comenzamos a recostarlos, tienen una visión nueva del entorno. Son conscientes de sus manos por primera vez y de su cuerpo y de las capacidades que le brindan. Es entonces cuando comienza el desarrollo cognitivo, o en otras palabras, el desarrollo psicológico que evoluciona a la par que el biológico. Es necesario que evolucionen en paralelo para el óptimo desarrollo infantil.
Según vamos estimulando sus sentidos y a medida que el bebé va teniendo más experiencias, la habilidad mental de los infantes va aumentando.
Realmente el ser humano llega al mundo con pocas habilidades motoras y son dependientes completamente de sus padres. Sin embargo su cerebro produce numerosas respuestas ante los estímulos que le rodea. Es una gran capacidad y por tanto decimos que aprenden como esponjas puesto que entre los 4 ó 5 meses ya han aprendido por ejemplo las relaciones causa-efecto.
Es a partir de los 6 ó 7 meses que su memoria empieza a crecer y comienza a comprender el resultado de sus movimientos y actos. Asocia diferentes actividades como placenteras y reconoce bien las que les disgusta: se lo pasa bien si juega, pero si tiene hambre siente malestar. Poco a poco empezará a recordar las experiencias que le hacen sentir estas sensaciones.
Alrededor de los 12 meses, comienzan a poder comunicarse a través del lenguaje. A medida que va conociendo más palabras, las conexiones neuronales empezarán a asociar palabras y objetos. Además es capaz de coordinar las relaciones causa/efecto de sus comportamientos y actuar en consecuencia. Puede tirar los juguetes al suelo constantemente sólo para ver cómo caen o también mover su sonajero porque le gusta el ruido que hace. Estas conductas son actos que ya reconoce y las repite para ver si siempre pasa lo mismo.
Cuando el bebé ya tiene 18 meses empieza a desarrollar la función simbólica, también llamada capacidad de representación: asocia objetos con palabras o sonidos diciendo “Guau-Guau” si quiere referirse a un perro, por ejemplo. O también empezará a imitar diferentes conductas que ve, como acostar a su muñeca. Es ahora cuando el bebé comienza a sentir la solidaridad y la empatía por terceras personas.
Una vez cumple los 3 años de vida, el niño ya puede seguir las órdenes de sus padres y acatar algunas normas. Realmente no se trata de un pensamiento lógico, porque sigue entendiendo a través de sus sentidos y no es capaz de razonar por qué suceden las cosas, aunque puede hacer uso de la fantasía y la creatividad para lograr un pensamiento simbólico.
Cuando los niños alcanzan los 5 y 6 años, ya logran la capacidad de razonar muy similar a los adultos.