El sistema digestivo en los humanos empieza su desarrollo durante la gestación del feto y continúa su evolución hasta alrededor de los 5 años de edad. Es un aparato fundamental para la absorción y evacuación de los alimentos, además de funcionar como barrera, defensa y regulador hormonal.
Cuando el bebé nace, su sistema está en plena maduración, e irá progresando a medida que vaya creciendo. Afortunadamente, el bebé posee el reflejo natural de succionar y tragar, lo que promueve la producción de leche materna y que se aferre al pecho para lactar, desarrollando así su sistema de digestión poco a poco.
Los recién nacidos tienen un esófago de tono muscular inmaduro y una menor velocidad en el tránsito estomacal del alimento que en los adultos. El esfínter que separa el esófago del estómago tampoco está del todo desarrollado, lo que hace que el vaciamiento gástrico sea más lento, y pueda resultar en reflujo o vómitos. Estas regurgitaciones irán desapareciendo con el tiempo, y suelen desaparecer por completo antes de los 6 meses de edad.
Por otro lado, el tránsito intestinal del recién nacido es más rápido que el de un adulto – de unas 8 horas, comparadas con 15-18 horas. Esto se debe a que el intestino delgado del bebé es de menor longitud.
Adicionalmente, antes de los 6 meses de edad, la producción de saliva es baja, por lo que le será difícil tragar objetos sólidos sin despedazarlos y mojarlos primero. La producción de otros componentes involucrados en el proceso de digestión es también baja en los más pequeños, como la secreción de enzimas digestivas, o el ácido clorhídrico, que le da el correcto nivel de acidez a los jugos gástricos. Llegarán a su madurez alrededor de los 3 años de edad.
Es debido a esta inmadurez del sistema digestivo del infante que no se le puede alimentar con ciertas comidas hasta que alcance la edad correcta. Deberás elegir la composición de la leche infantil y el tiempo en el que le darás cada alimento al bebé según su avance en este proceso de maduración. Esto ayudará a que digiera correctamente, sin causarle malestares, y que no genere posibles alergias alimenticias.
Si el bebé ha podido ser alimentado con leche materna, recibirá todos los nutrientes que le hacen falta, como los nucleótidos, β-palmitato, los prebióticos y probióticos. Estos compuestos impulsarán el crecimiento y maduración de las estructuras fundamentales del sistema digestivo, y contribuirán a evitar molestias gastrointestinales como estreñimiento, diarrea o cólicos.